Tortugas, la bahía perfecta del norte peruano

25.01.2013 21:51

Su ubicación es estratégica, entre dos amplios valles, el de Casma, donde se encuentra Sechín y, muy cerca, Chanquillo, el observatorio astronómico más antiguo de América, y el valle de Nepeña, en el que se localizan los sitios arqueológicos de Punkuri y Pañamarca.
 
Está a unos 35 kilómetros antes de llegar a Chimbote. Por lo tanto, puede ser una buena parada para comer un cebiche de pescado recién extraído en nuestro viaje hacia el norte, o un destino donde quedarse, utilizándolo como campamento base para recorrer esos lugares ricos en arqueología, playas salvajes y actividades acuáticas que tiene. O simplemente para sentarse y contemplar el mar.
 
Tras ser recibidos por un gigantesco quelonio de cemento, se llega, desde la Panamericana, después de recorrer unos tres kilómetros de carretera asfaltada, una larga línea recta que termina en la mitad de la bahía de Tortugas. Este punto final también es el lugar donde se concentran la mayor parte de los restaurantes y hospedajes que posee el balneario. Hacia la derecha se llega al puerto de pescadores y las casas residenciales, como las que también encontramos a lo largo de toda su parte izquierda. Esta bahía parece que fue creada por un capricho del mar. Después de viajar por una costa casi desértica y bella, la ancashina, con arenales, dunas y viento, y ver el mar fuerte, abierto y picado, Tortugas es el lugar elegido por el océano para su descanso.
 
La bahía transmite la sensación de que el tiempo no pasa nunca. Hay algo estático, como ese mar, que siempre está tranquilo. Rara vez te encuentras con mucha gente y sus casas se mantienen igual que siempre, si Tortugas crece urbanísticamente, no se nota tanto. Sus familias clásicas, los Aller, Zapler, Gamarra o Nicolini van y no van, aunque saben que ahí tienen su refugio. Un refugio para desconectarse del mundo, para bucear entre peñascos y playas, para mirar ese mar en paz, o para recorrer la bahía y sus infinitos rincones en kayak. Al final, esta playa, desde inicios del siglo pasado en que se convirtió en el destino preferido de Áncash, está más allá de todas las modas.
 
La bahía está limitada, al norte y al sur, por enormes cerros, en los que puedes hacer sandboard, bicicleta de montaña o recorrer sus laderas en camioneta. Saliendo de la bahía, también en ambas direcciones, se encuentran playas caletas a las que solo se accede en bote. Su mar es rico y una de las mayores empresas acuícolas de conchas en el mundo, tiene su planta en una de esas playas, Guaynuma. También hay islas, como Tortugas, que es la que da el nombre a la bahía, y en la que viven lobos, pingüinos y nutrias. Por todo ello, este lugar siempre ha congregado, desde hace más de tres mil años, a pescadores y recolectores, cuyos campamentos de piedra se pueden ver en varios puntos del litoral, y ahora a limeños, chimbotanos, trujillanos y huaracinos.
 
Fuente: El Comercio