Editorial de Harvard publica libro sobre Túpac Amaru II

04.05.2014 14:45

El historiador estadounidense Charles F. Walker publicó hace unos días bajo el sello editorial de la Universidad de Harvard “La rebelión de Túpac Amaru II", un libro que sumerge a los lectores en detalles desconocidos de un levantamiento que, pese al transcurrir de los años, continúa siendo un objeto de estudio en universidades de todo el planeta.
 
Conversamos con él sobre su publicación, que es quizás una de las más importantes que han escrito en torno a la historia de un país que no le es ajeno: el Perú.
 
Muchos creen que la historia de nuestra independencia comienza con el viaje de San Martín al Perú. ¿Crees que aún no hay una versión insuficientemente amplia de la historia de nuestra independencia?
 
Claro. Y hay dos aspectos que conviene enfatizar. Primero, es necesario revisar a Túpac Amaru, la coyuntura de 1814 y los hermanos Angulo así como otros movimientos anteriores. Ahora bien, no se trata de movimientos necesariamente precursores de la Independencia, como se suele sostener, ya que en muchos casos sus líderes buscaban algo muy diferente, mucho más radical y con una base andina, como en el caso de Túpac Amaru y Micaela Bastidas. Y este es el segundo punto: la necesidad de no pensar que una república debía tener necesariamente a Lima como centro. Muchos de los proyectos anteriores buscaban inventar algo diferente. Me parece que es el caso del sur andino y otras zonas. Los mejores trabajos recientes sobre la Independencia en América Latina están abordando temas como el apoyo popular a la Corona española (por qué apoyaron a los españoles y no a los patriotas) así como diversas formas de monarquismo en vez de republicanismo. Hay que rastrear los caminos que no se siguieron para entender tanto el siglo XIX como la actualidad.
 
¿Por qué decidiste especializarte en Túpac Amaru II? ¿Qué fue lo primero que te atrajo del personaje?
 
En la decisión influyeron algunos maestros de lujo que tuve, entre ellos Alberto Flores Galindo y Scarlett O'Phelan.  Este libro se hizo posible solo gracias a varias generaciones que han encontrado nueva documentación y han investigado temas específicos, como el papel de las mujeres o la zona de Puno, por ejemplo. Me pareció que faltaba una visión global del levantamiento, que recogiera estos aportes y estudios específicos realizados a profundidad.  Me atrajo la posibilidad de hacer lo que llamamos historia narrativa. Intento escribir para no especialistas. 
 
¿Cuánto tiempo te tomó esta investigación y qué tipo de archivos necesitaste para ella?
 
Desde hace mucho tiempo junté material en Cusco y Lima. Incluso, volví a mis apuntes de cuando viví en la ciudad imperial (mejor dicho, en San Jerónimo) entre 1988 y 1990. Para el libro pasé seis meses en el grandioso Archivo de Indias (Sevilla), con escapadas a archivos y bibliotecas en Madrid y Londres. Esto último fue en 2007. Terminé la redacción a fines de 2012.
 
¿Cómo obtuvo José Gabriel Condorcanqui la legitimidad necesaria para organizar y liderar la rebelión más importante perpetrada contra el virreinato?
 
Aquí estoy de acuerdo con los estudios clásicos, que van de Boleslao Lewin a Scarlett O’Phelan.  Como kuraka y arriero, Túpac Amaru tuvo prestigio y contactos a través de todo el virreinato. Se movía muy bien en todos los sectores, desde los ayllus quechua-hablantes, hasta (en) las casas de los ricos en Cusco. Durante el levantamiento, él y Micaela Bastidas “se hicieron respetar” con sus acciones y liderazgo. 
 
¿Cómo fue el papel de la Iglesia durante el lapso que duró la rebelión?
 
Creo que esta una de las contribuciones de mi libro, uno de sus argumentos principales.  Los historiadores han enfatizado a los sacerdotes leales a la rebelión, como Antonio López de Sosa. También se ha prestado mucha atención al papel del obispo Juan Manuel Moscoso y Peralta, quien enfrentó, años después, acusaciones y juicios sobre su supuesto apoyo a la rebelión. Pero se trata de una venganza de otra facción, los de mano dura vinculados con los visitadores Areche y Mata Linares, que toma el poder después de la derrota. En realidad, propongo que el obispo Moscoso y Peralta fue el artífice de la derrota. Desde Cusco, obligó a todos los curas a permanecer en la zona que controlaban los rebeldes durante los primeros meses, desde Tinta casi hasta Puno. Estos sacerdotes, sacristanes y sus asistentes sirvieron como espías y también prestaron apoyo moral a los españoles, ricos, hacendados y otros que sentían muy de cerca el gran peligro de un ataque rebelde. Tanto los sacerdotes como a los que protegían sentían un gran miedo, pues pensaban que la muerte estaba por llegar.
 
Además, el Obispo Moscoso y Peralta excomulgó a Túpac Amaru.
 
Así es. Tanto Micaela Bastidas como Túpac Amaru no sabían qué hacer frente a ese tipo de oposición. Eran muy fieles a la Iglesia y no podían concebir el uso de la violencia contra un sacerdote.  Sin embargo, la excomunión debilitó muchísimo el apoyo popular a la rebelión mientras que los curas - quienes querían fugar a Arequipa, Lima o Cusco pero el Obispo no los dejaba - aseguraban que los tupamaristas no controlaban plenamente "la zona roja".  Si tuviese que encontrar una explicación a la derrota, sería esa, la oposición implacable de la Iglesia liderada por Moscoso y Peralta. Y qué paradoja tan irónica: Moscoso y Peralta terminará en España enfrentando acusaciones de haber apoyado a la rebelión. Ese arequipeño, todo un personaje, nunca volvería al Perú.
 
Hablemos de Micaela Bastidas. ¿Cuál es el principal hallazgo que hay en tu libro sobre este personaje clave, sobre esta lideresa y casi “socia” de Túpac Amaru II?
 
Yo no diría “casi socia”; es socia total y completa. Ella se encargaba de algo absolutamente fundamental en la guerra: las provisiones y la planificación. Micaela veía que la tropa tenga comida, coca, combustible, armamento (primitivo pero importante; cuidaban mucho sus pequeños cañones), etc. Además, ella aseguraba la disciplina de los rebeldes, castigando a los indisciplinados y vigilando a los subcomandantes. Hay mucho menos documentación sobre Bastidas que sobre Túpac Amaru, así que quedan muchas incógnitas. Creo que he brindado un buen retrato pero falta investigar más y dar una visión todavía más completa.
 
¿Cuáles fueron los momentos claves de la rebelión?
 
Quiero resaltar dos. Primero, el más conocido: el fallido sitio del Cusco a fines de 1780 y principios de 1781. Si lograban tomar la ciudad, los rebeldes podían prepararse a enfrentar a las tropas que venían de Lima. Hubiera sido una gran victoria tanto moral pero también en términos militares.  Doy algunas explicaciones novedosas sobre ese fracaso. Otro argumento clave del libro es la necesidad de tomar en cuenta la segunda fase, que se produce después de las muertes atroces de los dirigentes y su círculo más íntimo el 18 de mayo 1781 y abarca hasta 1783. Diego Cristóbal Túpac Amaru (primo), Mariano Túpac Amaru (hijo), y Andrés Mendigure (pariente de Micaela) toman el liderazgo y llevan la insurgencia al sur, a la zona del Titicaca. La violencia se vuelve más brutal y cruenta, donde no se toman prisioneros, la neutralidad se vuelve imposible y donde ambos lados cometen atrocidades. Con la creciente probabilidad de una alianza con los Kataristas (en Charcas, hoy Bolivia) y la incapacidad de los españoles de luchar contra una guerra de guerrillas, 1782 es cuando los rebeldes más se acercan a derrotar a los españoles.  La segunda fase no ha sido muy tomada en cuenta; espero cambiar esto.
 
Los peruanos identifican muy bien a sus héroes: Miguel Grau, José Quiñones, entre otros. No obstante, salvo algunas opciones políticas de izquierda, la gran mayoría  no coloca a Túpac Amaru II en el mismo lugar que los que te menciono. ¿Por qué?
 
Bueno, por un lado fue indígena-mestizo del Cusco y no de la costa. (Hay que recordar el gran poema de Antonio Cisneros, “Túpac Amaru Relegado”, que he traducido al inglés en el libro). Tupac Amaru fue también un revolucionario: usó la violencia y espantó a muchos. Pero creo que sí es un héroe para muchos, tanto en el Perú como el extranjero. En Argentina, por ejemplo, su rostro se asocia mucho con los movimientos progresistas y con otro ícono, el Che Guevara. En China, hay un busto. En el Cusco es muy venerado, pero no tan estudiado. El gobierno de Velasco fue muy importante en promover esa fascinación e iconografía.
 
¿Cómo ven las universidades de Estados Unidos la rebelión de Túpac Amaru? Mencionas en el libro que quizás no es tan importante para ellos “porque terminó en derrota”.
 
Bueno, depende. El gran interés de mis alumnos es saber de quién sacó su nombre Túpac Shakur, el rapero y símbolo internacional. Para la izquierda de muchos países sí tiene relevancia simbólica. En cuanto al impacto de la rebelión, creo que fue importante a pesar de su derrota. Cambió estructuralmente al Perú, y muchas de sus exigencias en cuanto a los impuestos, por ejemplo, fueron aceptadas poco después.  Pero, por el lado negativo, aumentó la brecha entre los Andes y la costa y fomentó el miedo a los levantamientos masivos tanto para las clases altas como también para muchos indígenas. El costo de la derrota fue brutal para la base social de Túpac Amaru, los quechua-hablantes. Pero sí tuvo un gran impacto y sigue siendo un símbolo importante, tanto en el Perú como en el extranjero.
 
Fuente: El Comercio