Arequipa: el legado del Convento Museo La Recoleta

18.05.2013 17:28

Arequipa ofrece más de una grata sorpresa. Todo comienza en el Centro Histórico, donde hay al menos 15 lugares ligados al pasado de la Ciudad Blanca que resulta interesante visitar.
 
El Convento Museo La Recoleta es uno de ellos y está a solo cinco minutos del centro, en la margen derecha del río Chili, en Yanahuara.
 
Este conjunto destaca por la sobriedad y el carácter doméstico de su arquitectura. Consta de cuatro claustros y once ambientes, además de dos salas de arte precolombino, dos salas dedicadas a la Amazonía y una sala de arte religioso. Posee, asimismo, una pinacoteca con lienzos de la escuela cusqueña y arequipeña y una valiosa biblioteca.
 
Cuando se inició su construcción, en 1648, la margen derecha del río Chili estaba habitada por los chimbas; era una de las zonas más alejadas de la ciudad e ideal para un centro de retiro y recogimiento.
 
En su momento fue punto de partida de los sacerdotes que se dirigían al Colca, conocido entonces como Valle de los Frailes, refiere fray Gervacio González, responsable del convento museo.
 
También fue lugar de llegada y de descanso para los misioneros franciscanos que arribaban al Perú, luego de cruzar el Océano Atlántico y superar el Istmo de Panamá. Otros venían desde Río de la Plata.
 
De su paso por el convento queda un legado bibliográfico de los siglo XVI, XVII y XVIII, reunido en la biblioteca del claustro.
 
Esta es rica en manuscritos, cartas, memorias, documentos y mapas de incalculable valor histórico. Entre sus joyas bibliográficas se cuenta un ejemplar de 1674 de “El Quijote de la Mancha”, y un documento de 1494.
 
Algunos libros tienen la marca de fuego, una señal carbonizada colocada principalmente en los márgenes de los libros mediante un instrumento metálico, práctica común en la España de inicios del siglo XVI.
 
COLECCIONES
En el museo amazónico encontrará una interesante muestra de fauna selvática, además de objetos de la vida cotidiana de shipibos, asháninkas, machiguengas, witotos y yaguas.
 
Desde esta sala se accede al sobrecogedor claustro de las misiones, un lugar escueto, casi penitencial, sin ningún alarde pomposo.
 
El recorrido lo llevará al museo de arte religioso, instalado en un salón de primoroso techo artesanado de madera. Al bajar la mirada, encontrará una imponente pintura de la escuela de Van Dyck, que representa “El descendimiento de Cristo de la Cruz”.
 
En las vitrinas verá esculturas en miniatura hechas en cera y piedra de Huamanga o alabastro; custodias, vasos y ornamentos sagrados, primorosamente bordados con hilos de oro, plata y seda, y mucho más. Al concluir su recorrido se sentirá extrañamente reconfortado.
 
Fuente: El Comercio